23:55. Aquí se inicial el Tomo 5 de este diario. Comenzamos nueva libreta, en este caso con tapas de color azul. Casi 8 meses desde que comencé a escribir, creo que el diario actual es muy diferente al del inicio. Ahora es más yo, mi verdadero camino, apartando de él muchos aspectos de mi vida que no aportan a entenderlo.
La última vez que escribí me despedí indicando que asistía a mi sesión de Terapia. También iba a ver a Anabel. Después de más de una semana sin poder hacerlo me apetecía mucho. Me acerqué a su centro de trabajo antes del inicio de la sesión, como siempre con ella todo es muy fácil, natural y fluido. Tras unos pocos minutos nos despedimos hasta el viernes, compartiremos algo de deporte durante la mañana.
A continuación me dirigí al despacho de mi terapeuta. Tras el cálido saludo de inicio creo que realizó un pequeño “testeo”, probablemente para valorar mi estado emocional después de mi entrada en la sesión anterior.
— ¿Qué tal estás? —me preguntó de nuevo al sentarnos
— Bien, bien….
Mi respuesta no la convenció, bueno creo que lo más acertado sería decir que le pareció escasa. Gesticulando me animó a desarrollarla un poco más.
La sesión anterior fue previa al cumpleaños de Aroha y la verdad es que esos días tuve momentos malos. Algunas de las razones que me provocaron esos momentos fueron aliviadas en esa sesión. Sin embargo, el cumpleaños terminó llegando y esa mañana no fue agradable. Le relaté ese episodio así como el resto de acontecimientos de estas semanas y las sensaciones vividas al respecto.
Le describí la forma en la que había cerrado las fechas de Navidad con Ágara y lo extraño que me había parecido el resultado. Ella se mostró muy sorprendida ante ese reparto de días, incluso me comentó que esas fechas solían ser una fuente de conflictos a la hora de organizarlas entre parejas separadas.
Le indiqué que había salido de ella y que ante algo que me beneficiaba, al menos desde mi punto de vista, y se me presentaba de esa forma no lo iba a discutir. Me dio la razón aunque continuaba diciendo que le costaba un poco entenderlo. Yo tampoco lo entiendo; ¿Ceñirse a lo acordado? ¿Culpa?. Me da igual, no me importa. Por mi parte estoy encantado con este “regalo”.
También le hablé al respecto de los sentimientos que me generaban su nueva situación habitacional. Por un lado me alegra ya que las niñas estarán mejor y no se volverán a quejar de frio. Por el otro la alegría es en plan aprende a asumir la responsabilidad de un alquiler, aunque sea compartido, y lo que supone llevar una casa. Es como si me alegrase de que esté recibiendo una nueva lección con la que continuar tomando tierra. Esto no es sano para mi y así lo hemos tratado.
Por supuesto le hablé de Anabel, le dije que acababa de verla. Ella ya sabía que, se lo había transcrito en el ejercicio de la sesión anterior, nada más salir de su despacho ese mimo día, había comenzado a “jugar” con Anabel:
— Continuo “jugando” con ella y es muy agradable. Hemos intimado más y la verdad es que me encanta compartir con ella. Sin prisas, con mucha sinceridad y conscientes de que continuamos conociéndonos.
—Me alegro mucho, “la chispa” que ella te proporciona te sienta genial.— me dijo tras hablar un poco más al respecto.
Le expliqué que me encontraba más tranquilo. Mirando atrás reconocía que había estado “como ansioso” por sentir, tal vez con prisas, pero al comenzar a jugar, al verlo de otra forma, todo eso había quedado atrás. Creo que tanto Anabel como yo mismo agradecimos ese cambio.
Le pude comentar que me había encontrado en ella lo que buscaba en la amiga de mi hermana. En aquel momento me disculpé con esa chica pero ahora veo que es lo que tengo con Anabel. Mi terapeuta me pidió que le explicase esto:
— Esa amiga de mi hermana se encontraba en una situación emocional similar a la mía en ese momento. Yo pensé que con ella podría compartir conversaciones y nuestros respectivos “día a día”. En parte esas conversaciones que yo había perdido con Ágara tras la separación (¿Cómo estás? ¿Qué tal el día? …) Cuando yo me di cuenta que era eso lo que pretendía se lo expliqué y me disculpé con esta chica. Ahora, sin haberlo buscado, ese día a día es una de las cosas que tengo con Anabel.
Por último le hablé de lo escrito el día 15 de este mes. Me cuesta hasta llamarlo por su nombre. Le describí mis sensaciones de esos días atrás que terminaron desencadenando lo volcado ese día en el diario. Lo fugaz del momento, la forma en la que salí de ahí gracias a “mis salvadoras” y las cosas que me había permitido entender. También mi necesidad de limpiar ese instante o al menos lo que yo ahora veo como un cierre del mismo. Limpieza mediante lágrimas y pluma. Ella se mostró muy sorprendida:
—No tienes perfil de suicida. Entiendo el momento, todos podemos perder las ganas de continuar de forma muy puntual, por sólo un instante. Sí, en efecto ocurre.
Una vez puesta al día comenzó a hablar de la sesión anterior, de la transcripción que le había enviado, sobre todo de la parte final de ese e-mail. En ella le decía que la mejor forma que tenía para definir los sentimientos que me despertaba Ágara era utilizando la palabra Asco. Ella me señaló que esa palabra le resultaba bastante fuerte, contenía un gran desprecio e ira.
La realidad es que esa palabra fue utilizada, en la descripción de un ejemplo, por mi terapeuta hacía ya algún tiempo. Lo recuerdo muy claramente por lo que puede que la sacase de ahí pero realmente no tengo mejor forma de definir las sensaciones que me despierta.
—Es cierto, aunque la ira ha bajado bastante respecto a las últimas semanas.—le dije al respecto.
—No, sigue estando ahí pero ahora se muestra de una forma más “inteligente”. Ya no se hace tan visible pero continúa ahí. Asco es una palabra muy fuerte.—me respondió.
—Yo no digo que se haya marchado. Sé que la tengo detrás en forma de “tío del mazo”.
—Explícame eso por favor.
—Yo estoy muy tranquilo pero a la mínima que ella diga o haga algo que se desvíe del camino “normal” este, el que tengo aquí detrás, sale con el mazo y le arrea para reconducirla.
Se echo a reír ante esta explicación. Le habría gustado comenzar con esa ira pero continúa sin ser el momento:
— Mira como estás, te brillan los ojos y tienes la sonrisa puesta. Para intentar trabajarla tendría que sacarte la ira tirando de ella y esa no es la forma. Entraremos en tu yo, ese del pasado del que hablamos en la sesión anterior. —me dijo.
—Aquí te tengo que pedir disculpas [Nombre de mi terapeuta]. Tendría que haber escrito sobre él pero no he encontrado el momento. No soy capaz de ver ningún echo relevante o bien un hilo del que tirar para poder llegar a algo. Puede que lo esté evitando, no lo sé. La realidad es que tampoco me he obligado a sentarme y me he dicho “venga a escribir”.
[Es necesario que explique algo en este punto. La sesión no se desarrolla, cronológicamente, en la forma exacta que aquí describo. Digamos que es un poco más desordenada y al plasmarlo aquí intento ordenarla “por temas”. Tampoco están los diálogos completos, algunos por “irrelevantes” , otros porque me es imposible plasmarlos tal cual se produjeron y unos pocos que decido no se muestren aquí por no formar parte de mi camino.
Creo que fue después de pedirle que me disculpase cuando ella me hizo un comentario al respecto de mi lealtad. “¡Ay tu lealtad!”. Esto se produjo, si no lo recuerdo mal, justo después de hablar del asco.]
Después de realizar un pequeño ejercicio de respiración nos metimos en ese yo pasado:
— Vamos a hacer un pequeño ejercicio. Cierra los ojos y mira dentro de ti. ¿Cómo ves a ese yo? ¿Qué imagen te llega?
Después de unos segundos le imagen que visualizaba se hizo muy nítida.
— ¿Recuerdas mi esfera?. Está ahí. Justo delante, como a contra luz, veo una silueta muy clara. Soy yo con mis hijas de la mano. Me veo fuerte, enérgico, avanzando con ellas de la mano. “De esta salimos. Continuamos avanzando”. Pero soy consciente de que no es real.
— ¿No es real?
— Lo es pero se trata de una máscara, de eso se mucho. Esa imagen es lo que me digo a mi mismo pero sé que detrás hay algo más.
— Muy bien, pues date 3 vueltas, de forma figurada, sobre ti mismo. Retira esa imagen y mira que hay detrás. Venga 1, 2, 3,… ¿Qué imagen te llega?
— Ahora me veo a mi. Estoy en una especie de almacén, como un trastero de una oficina en el que se guardan las cosas sin mucho orden. Estoy buscando algo.
— ¿Qué es lo que buscas? —me preguntó.
— Esa es una muy buena pregunta. No lo sé, pero estoy buscando. No lo hago con ansiedad pero no paro de buscar.
Me pidió que le describiese un poco ese almacén si estaba sucio, desordenado, etc.
— O.K. otras 3 vueltas. 1, 2, 3… ¿Qué ves ahora?
Con la siguiente imagen me sonreí. Me pareció lo evidente.
— Lo he encontrado.
— ¿Y qué es lo que estabas buscando?
— Una pequeña esfera dorada que brilla. Dentro puedo ver un niño. Soy yo y de eso me rio. Ya sabemos a donde tenemos que dirigirnos. El camino que tenemos por delante es ir hacia ese niño. Creo que por eso lo he colocado ahí.— le dije refiriéndome a que en sesiones anteriores ya hemos hablado de que tenemos que profundizar en ese sentido.
— No pienses en eso ahora. ¿Cómo está ese niño?
—- Está tranquilo, jugando, ajeno a todo.
— Venga, otras 3 vueltas. 1, 2, 3.. ¿Que hay ahora?
— Nada, vacío. — transcurridos unos segundos en los que traba de visualizar algo. — pero…. Me comienza a llegar mi imagen aunque se va. Es como una televisión mal sintonizada. Me veo por un instante y de nuevo vacío. Regreso y me marcho dejando el vacío. Así de forma intermitente.
— ¿Cómo te ves? —me preguntó.
— Ansioso, desesperado. Está como en un pozo y quiere salir pero no sabe como, busca como salir.
— ¿Te escucha? ¿Crees que puede oírte?
— Sí, creo que me puede escuchar.
— Dile que esté tranquilo, que logrará salir.
Así lo hice y esa figura, ese yo se detuvo rebajando su ansiedad. Quedó como a la espera. En ese momento mi terapeuta volvió a hablar:
— Hay alguien más ahí, son 3. Está el del pozo, tú que le has hablado y alguien más detrás de ti. ¿Puedes verlo? —me indicó ella.
— Lo fácil y lo que mi mente me invita a decir es que es Ágara pero no lo veo con claridad y no creo que sea ella.
— No, es un hombre.
— Veo una figura imponente, rígida, fuerte,… Está a contra luz, no sé quien puede ser.
— ¿Te asusta?
— No, pero es como… “¿Qué miras? ¿Por qué me mirás?”
En ese momento ella se situó detrás de mi, en la posición en la que estaría colocada esta figura. Se aproximó y me dijo.
— Está aquí para ayudarte.—me puso la mano sobre el hombro— “Tranquilo. No lo hagas. Ya lo hice yo”— habló por él.
Mi yo del pozo miraba la escena desconcertado. Después de unos segundos mi terapeuta me invitó a abrir los ojos.
— ¿Cómo te encuentras?
— Bien, tranquilo pero me pregunto ¿Quién es?
— No lo sé pero eso no es importante. Ya llegaremos a eso. Puede ser un abuelo pero de verdad que no estoy segura.
— Por la figura podría ser mi abuelo paterno pero a penas lo conocí.
— No es necesario haberlos conocido para que se presenten como guías pero ya veremos de quien se trata. Por otro lado, me gustaría decirte algo respecto a las imágenes. Todas son verdad y todas son tú. La primera que tú has definido como una máscara también eres tú y es cierta. También tienes que tener cuidado y no sabotearte. Tu mente sabé a donde nos vamos a dirigir pero eso no quiere decir que ese niño no sea de verdad y lo coloques ahí ya que es lo previsible. Muchas veces las imágenes nos dicen mucho más de lo que podemos expresar con palabras o incluso de lo que somos capaces de ver.
A partir de aquí fuimos cerrando la sesión. Vimos que la ansiedad por salir lo único que hacía era dificultar la misma salida. No es necesario tener prisas. Se trata de un proceso que lleva su tiempo pero del que se sale y se sale bien. “Tiempo y espacio” fuero mis palabras ante esto.
Quedamos en intentar escribir sobre ese yo pasado además de la transcripción de la sesión que finaliza aquí.
Recogí a las niñas en la escuela y nos dirigimos a la casa de un compañero de Alba. Celebraban su cumpleaños y estábamos invitados. Pasamos una tarde muy buena, las niñas muy entretenidas y yo entre conversaciones de adultos.
Tratamos muchos temas, entre ellos algunos relacionados con el desarrollo emocional y el soltar cosas que, aunque parecen que nos aportan, lo único que hacen es esconder la soledad que nos rodea. Una de las madres me dijo que mis palabras al respecto le habían dado mucho que pensar. Había vivido una experiencia similar después de una complicación medica que la había tenido hospitalizada recientemente. No pudimos desarrollar más la conversación en ese momento pero sí los días siguientes. Varios días después le envié lo siguiente:
“Hola. Me he acordado un montón de lo que me comentaste en el cumpleaños.
[…]
A mi el encuentro con la soledad, mi soledad aun estando súper arropado, me permitió reconectar conmigo mismo y creo que, en cierta forma, crecer.
Todo lo que nos llega y “nos incomoda” es un toque de atención para revisar y continuar avanzando. Algunas de estas cosas duelen pero creo que precisamente esos son las que mayor crecimiento nos pueden proporcionar una vez entendidas/asumidas/superadas.
Simplemente quería compartir contigo lo que fue para mi ese momento, que todavía continúa en otros aspectos. Por si te vale en tu camino […]”
Su respuesta fue la siguiente:
“[…] En el camino estoy, de crecer con lo vivido. Como dices tú, yo también necesito conectar conmigo misma, escucharme, cuidar más de mi y aprender a decir que no. Creo que esto es lo que me toca ahora […]”
Mi respuesta final de esta serie de mensajes:
“El paso más difícil es ese, verlo y ser consciente de lo que se necesita.”
Este intercambio de mensajes me permite ver parte del camino que he recorrido. Me cuesta reconocerme en mis mensajes y me sorprenden pero ese soy yo ahora. Sin duda me sorprende…
Antes de encontrarme con Anabel el viernes por la mañana compartimos muchos mensajes por Whatssap, con mucho juego y complicidad. La verdad es que me reído mucho.
Ese viernes compartimos un buen rato de deporte acercándonos corriendo a unas cuevas de la zona. La intención era que ella las conociera y evaluase una futura visita con nuestros respectivos hijos. Finalizado el “paseo” desayunamos para reponer fuerzas y compartimos un buen rato hasta que nuestros compromisos nos obligaron a despedirnos.
Situaciones “extrañas”, sensaciones agradables. Paseamos un rato por la avenida de mi playa de infancia, la playa de las niñas. Lo hicimos cogidos de la mano en algunos momentos. Sintiéndonos, en cierta forma, extraños, por lo nuevo, por ser ella y ser yo, por ser nosotros. Sensaciones agradables. Me gusta, quiero repetir.
Por la tarde salió el sol con intensidad y me apeteció “bañarme” en él. No quería ir a la playa por lo que salí a trotar de nuevo. Mientras lo hacía caí en la cuenta de la que fecha del día, 22 de noviembre. Al darme cuenta me he sonreído, 2 meses del día en que nos conocimos. He comenzado a reírme al recordar que estos días atrás había subido al blog el día 22 de octubre y en el me preguntaba como estaría con Anabel en 30 días. Pues aquí estamos…
He parado para enviarle un mensaje a Anabel, se convirtió en un video-mensaje. Le conté lo agradable de las sensaciones que había tenido durante la mañana y que me parecía una forma genial de “celebrar” estos 2 meses.
Hoy he recogido a mis hijas. Hemos compartido el día con mi hermano y su pareja. Ha sido un gran día para todos, de mucho juego y risas.
Me siento tranquilo, estoy bien. Así como otros días he podido tener dudas de si lo estaba haciendo bien hoy creo que sí. Voy en el buen camino, avanzando y creciendo. Se lo había dicho a mi terapeuta, “comienzo a sacar la cabeza…”. Empiezo a salir y tengo la sensación de que, por momentos, cumplo con mi Sankalpa; “Vivir siendo yo”.
Subo con mis niñas. Buenas noches mis amores, las quiero con locura.