12:00. Las niñas han descansado muy bien. Anoche tuve mis más y mis menos con mi hija pequeña antes de irnos a la cama. Finalmente lo logramos solucionar aunque me resultó un poco duro. Fue una tontería lo que hizo pero se negaba en redondo a contarme lo ocurrido, yo ya estaba al tanto del asunto. Quería utilizar a su hermana como «puente», como suele hacer en otras ocasiones. Yo no se lo permití. Finalmente y después de muchas lágrimas me lo contó y terminamos abrazados. Como consecuencia por su acción se quedó sin cuento esa noche. Se durmió tranquila.
Hemos ido con mucha alegría al cole pero, creo que como a mi ex, la pequeña alargaba el momento de la despedida. Al hacerlo «por última vez» comenzó a llorar y a repetir que no se quería quedar en el cole. La llevé en brazos junto a su tutora y allí la logré dejar con lágrimas en sus ojos. La observé desde afuera y según dejó de verme se tranquilizó y pareció entrar en su dinámica habitual.
No llevo una mala mañana, reconozco que algo decaído e imagino que, entre otras muchas cosas, se debe al día después de la sesión de terapia.
Comencemos por ahí:
Ayer, después de dejar a las niñas en la escuela, me dirigí al despacho de mi terapeuta. De entrada pensaba que ese día podía ser mucho más complicado con las niñas, dada la noche anterior. Sin embargo las niñas despertaron bien y fueron felices al cole. La pequeña se despidió de mi con gran alegría. Su reacción de hoy no es que me sorprenda, después de la sesión de ayer, pero tampoco me lo esperaba.
Mi terapeuta me recibió con un cálido abrazo.
—¿Qué tal estás?
—Bien, estoy bien.
—¿Bien?—se interesó.
—¿Sorprendida?¿Se sale de lo habitual?—le respondí en forma de broma
—Sigo con mis días buenos y malos. Anoche pasamos una crisis en casa estoy enfadado con ella. Por las niñas, no por su vida.—continué.
Ahora, mientras escribo, creo que todavía portaba mi brillante armadura, todavía no me había quitado la coraza. Tal vez he comenzado a retirarla de nuevo y por eso estoy decaído.
La terapeuta estaba preparada para entrar en el tema de la ira pero, de nuevo, no pudo ser posible.
Le hice un resumen de la noche anterior. Incluso, mientras esperaba a la hora de entrar, le había preparado un listado cronológico de los echos que conocía y sabía que daban validez a mis argumentos. Supongo que el objetivo de esto era reforzarme ante mis propias dudas sobre si exagero o no. También es cierto que llevaba más de 3 semanas sin hablar con ella y mucho es lo que ha ocurrido.
Después de ese listado he pasado a desmenuzarle un poco más todo lo ocurrido la noche anterior. Desde el momento en el que agarré mi coraza hasta lo hablado posteriormente con mi hermana y la seguidora del Troglodita.
Respecto a las niñas me dijo que ahora vendrían momentos en los que sería necesario acompañarlas mucho:
—Se ha terminado el verano y esa es una época muy diferente, con muchas actividades, salidas, viajes,… Las niñas no han tenido tiempo de procesar o integrar esta nueva situación. Ahora llega el cole, las rutinas y los ritmos. A partir de este momento es cuando van a ver que todo ha cambiado. Llorarán mucho, tanto contigo como con ella, y van a necesitar que estén con ellas.
—Yo deseaba que llegase el curso. Estaba seguro de que volver a los horarios, ritmos, y rutinas nos ayudaría a todos para asentarnos en este nueva realidad.—le añadí.
—En general lo estás haciendo bien pero tengo que darte dos «tirones de orejas». Tienes que intentar hacer una pequeña separación y lograr tener un comportamiento «más neutro» con tus hijas. Sin hablar mal de su madre ni malmeter, que no lo haces, estas dejando que parte de tu dolor les llegue a las niñas en tus frases y en tu actitud. A las niñas les llega más el sentir que las palabras y ellas lo perciben. En cierta forma «las cargas» con tu dolor y ellas tienen que lidiar con eso además de todo lo del «otro lado».
—Le reconocí que había cometido errores en parte de mis conversaciones con las niñas…
—Yo no me refiero a eso—me interrumpió—. Es un pequeño matiz a aplicar para que lo que ya estás haciendo pase a ser «de nota». Se trata de una pequeña escisión de lo que hablo. Que coloques una pequeña coraza para que nada de eso llegue a tus hijas. Me refiero al dolor por lo ocurrido con su madre y no al resto de cosas. El segundo tirón es que da la impresión, en algunos aspectos, de que parece que compites a ver quien es «mejor padre». «Tú te estás equivocando y yo lo estoy haciendo bien». No digo que ella lo esté haciendo bien pero esto no es una competición. Ya no te compete a ti entrar en esa situación o sus decisiones.
Reconocí también que era de esa forma en algunos aspectos.
—Me duele lo que veo en mis hijas y creo que lo está haciendo rematadamente mal en algunos aspectos. En eso me considero mejor que ella. A mi no se me ocurriría meter a nadie de esa forma en la vida de mis hijas. Cuando llegue alguien va a tener que pasar «un casting» brutal y estar yo muy seguro antes de que mis hijas se puedan ver afectadas por su presencia. Yo estoy seguro que todo esto es para mejor, que voy a ser muy feliz pero, como dice Garriga, «primero son los hijos porque llegaron antes y la antigüedad aquí si cuenta».
Me planteó varios ejemplos hasta estar completamente segura de que había entendido todos los matices de sus dos tirones de orejas.
—Tú ¿Cómo te sientes con todo esto?—Me preguntó.
—Enfadado, decepcionado y con mucho desprecio.—Fue mi respuesta.
—La decepción y el desprecio no son sentimientos. La decepción es la desilusión por no lograr lo que esperábamos o deseábamos. Puede producir sentimientos o esconderlos pero no es uno de ellos.
—La decepción es un «problema» mio al ver que ella no es lo que yo esperaba y deseaba. Ni siquiera es la que yo creía conocer y veía.—Así lo analicé yo en ese momento.
Ella continuó:
—El desprecio es la falta de estima. Cuando estimamos algo lo valoramos, lo cuidamos e incluso lo queremos. Cuando eso se pierde llega el desprecio. También puede generar o esconder sentimientos. Habitualmente esconde dolor.—Finalizó.
—Yo, en este momento, podría dejar a un lado mi enfado y mi ira pero no ese desprecio. Sí, en efecto continuo dolido y además se me suma lo de las niñas.—le respondí.
Antes de continuar me gustaría añadir algo que pretendía quedara fuera de este diario. Sólo incluiré unas pinceladas de lo que la terapeuta me dijo al respecto de del proceso que están llevando mis hijas. La intención es que alguien que esté en o próximo a esta situación lo pueda leer y le haga pensar.
Como ya he indicado es ahora cuando mis hijas comienzan a ver la realidad del cambio. Ellas necesitan tiempo para hacerse a la nueva situación, a la separación de sus padres. Esto no es cuestión de 5 meses. Necesitan más tiempo con ambos para lograr encontrar su nuevo sitio.
Las terceras personas se introducen mucho más adelante, cuando los niños ya han logrado su estabilidad. Además es algo que se debería de hacer muy lentamente y este no es el caso. Probablemente tus hijas ya saben que este es la nueva pareja de mamá, aunque no se halla verbalizado. Internamente se estarán diciendo ahora «¿Y papá?». No hablemos ya de introducir una familia, porque aquí existe otro niño. Lo de la serie «Los Serrano» es muy bonito pero eso solo se ve en la tele (palabras suyas). Tu hija pequeña se pelea y mucho más que se van a pelear.
Por mi experiencia, por los casos que he visto y veo, eso no funciona y suele salir muy, muy mal al hacerse de esa forma.
Hasta aquí, muy resumido, lo que había pensado no incluir por ser la vida de mi ex y no mi camino. Espero que le pueda ser de utilidad a alguien y le evite errores.
Creo que fue después de mi respuesta sobre poder dejar a un lado mi enfado cuando ella me detuvo. Me pidió que respirase y que no continuase hablando. Que «borrase» la expresión facial que tenía en ese momento. Ahora sé que es la que me estaba proporcionando mi coraza.
—Coloca tu mano sobre tu corazón y respira despacio. Mira en ti.
Comencé «a bajar» y sentí como mi expresión continuaba cambiado. Me encontré con mucha pena, por mi y por mis hijas (regresa el nudo a mi garganta). Continué entrando y me inundó la tristeza, desoladora, cubriéndolo todo a mi alrededor. Me golpeó el dolor por mi soledad y aunque creí que ahí pararía continué penetrando. Había algo más al fondo, un figura. Al siguiente instante lo pude ver con gran nitidez. Era yo, muy pequeño, acurrucado en posición fetal y protegiéndome la cara con mis manos. Miedo.
Pena, Tristeza, Soledad y Miedo.
Hasta ahí y en ese orden he logrado profundizar.
Mi terapeuta me miraba con una mezcla de alegría, compasión y puede que hasta cierto orgullo hacia mi. Creo que aquí comencé a retirar la coraza.
Mientras asimilaba todo esto recordé nuestros comienzos y sonreí.
—Lo has logrado. Me has llevado de lo mental al sentir.—Le dije recordándole lo que me dijo uno vez hace ya algunos meses.
Ahora veo lo que he avanzado y me resulta curioso. En esta misma sesión le había comentado mis impresiones de estar en una especie de bucle infinito. Ella me había dicho que sí, que era un bucle pero con forma de espiral ascendente. Aunque algunas situaciones se repetían, cada vez nos afectaban de forma diferente, más suave y atenuado.
Mientras nos despedíamos hablamos de mis cambios: físicos, mentales y, los más importantes, emocionales. Probablemente estos últimos sean los más profundos y los que dejen una huella para el resto de mi existencia.
La tarde transcurrió con mucha tranquilidad. En la recogida de la escuela le pude solicitar la tutoría a la maestra de mi hija, será la próxima semana. En casa estuvimos entretenidos con el piano, la guitarra y las bicis.
Antes de merendar mi hija mayor comenzó a derramar lágrimas ya que pensaba que vería a su madre. Le dije que no había hablado nada de eso con ella y que incluso su madre se había despedida hasta la noche en un intercambio de audios que mantuvieron antes de comer.
Después de salir con las bicis estaba súper feliz, aunque un poco preocupada por volver a llorar en el momento de hablar con su madre. Yo le dije que no se preocupara, eso no ocurriría y podría hablar un buen rato. Así fue, las niñas terminaron bajando al salón mientras continuaban hablando con su madre. La mayor le contaba lo de la tutoría en ese momento.
La niña había interpretado que su tutora me daría clases de matemáticas para luego dársela yo a ella. Su madre se sorprendió y le propuso darle también esas clases. La realidad es que si quiero pautas par la niña con las que no pisar su trabajo en clase pero también quiero tratar el tema del comentario. No sé si mi ex se limitará a preguntarme o se apuntará a la tutoría, espero que sea lo primero.
Después de la cena tuve ese pequeño desencuentro con mi hija pequeña pero ambas durmieron toda la noche de corrido. Segunda noche que duermen conmigo.
Después de terminar anoche la primera parte de esta entrada me mantuve hablando un buen rato con la seguidora del Troglodita. Le pedí su opinión sincera y me dio un pequeño revolcón. Ella asumió que todavía no era madre y le podía faltar información. En realidad no fue un revolcón, se trata de todo lo sabido y trabajado, hacia donde tiene que tender todo. Lo resumió muy bien y visto desde fuera me resulto arrollador.
Voy a por las niñas que está próxima la hora de su salida de la escuela.
Las quiero mis amores.
15:21. He podido aclarar un poco el asunto de la maestra de mi hija. Ahora tiene mucho más sentido. La maestra se lo dijo a su madre y esta se lo dijo a la niña. Continuamos mirando sólo al Rubicón.
Las niñas están en su momento tele. Voy a enviarle el escrito de la sesión a mi terapeuta.