Llevo rato despierto. En breve despertaré a las niñas para comenzar con los preparativos para ir al cole. Anoche me acosté tarde, nuestra hija mayor tenía bastante tos y terminé por ponerle una cebolla cortada junto a su cama. También hizo bastante viento y hasta que no localicé una ventana mal cerrada no puede conciliar el sueño.
Creo que ya he digerido parte de la conversación de ayer. Veo que tú ya das esto por muerto y enterrado. «Mejorarás», «Se féliz»,… todas esas palabras me las dijiste sin que yo fuera a volver a formar parte de tu vida. Me hablaste del inmenso sentimiento de culpa que te acompañaba por haber roto tu familia. Ese momento fue en el que te dije que una vez que lo tuviste claro ya nada pudo detenerte y actuaste con todas las consecuencias, así es como yo veía mi solicitud respecto a la Patria Potestad.
También fue otro momento en el que lloraste. Que triste es todo esto aunque fuese necesario. Es un final muy triste después de todo lo compartido en este tiempo. Con esa sensación me he levantado hoy. Te continúo echando de menos.
Ya como un poco más pero la báscula no miente y la perdida de peso continúa. Hacía más de una década que no estaba en este peso. No estoy contento por ello, me recuerda que cuando estábamos «intentándolo» nos pedimos cosas irrelevantes: yo que hicieras algo más de ejercicio y tu que «borrase» la barriga. La barriga ya no está, ha desaparecido a un nivel que nunca esperé. Tú tampoco estás.
Esa es la otra pregunta del millón esta mañana. ¿Dónde estarás?, a la que se suma ¿Con quién?¿Qué estás haciendo?. Te estás dejando llevar.
Cuando no estaba seguro de que fueses tú y me enteré de su pasado, me preocupé. Lo hice sobre todo por las niñas, ante la posibilidad de que no hicieras las cosas de forma segura. Pensaba en ETS a través de la leche materna y que se yo cuantas cosas más. Tú me lo aclaraste «todos tenemos un pasado, con el mío me podrías considerar una loca«. Para «tranquilizarme» añadiste: «Es estéril en este momento y está limpio de todo». Las imágenes que esas palabras me traen no son agradables pero si reveladoras sobre donde estás tú y donde yo. Es este momento es más decepción que dolor, a veces incluso pena por ti, por nosotros.
Bueno, a comenzar el día con los abrazos y besos de mis hijas que son la mejor medicina.
22:16 Confesiones
Quiero comenzar diciendo que en esta situación nadie es bueno ni malo. Primero relataré el comienzo de la mañana y luego iré confesando muchas cosas que todavía no se han reflejado en este diario.
Después de dejar a las niñas en el cole regresé a casa, me daba tiempo de ir recogiendo un poco antes de la cita con el pediatra. Justo al salir del cole te comenté que tus dos últimos mensajes mañaneros no los habían podido ver las niñas ya que no los escuché llegar y cuando los vi ya estaban dentro de la escuela. Me respondiste «No pasa nada. Quizás debamos reconsiderar los mensajes mañaneros». Te contesté que yo pensaba que no, que para mi no eran una obligación y me nacía enviarlos, no te podía decir que hacer tú, eras libre.
Me aclaraste que te referías a que no querías que las mañanas se retrasaran, que había mucho lío. Te volvía a explicar la razón de que no vieran tus mensajes y te volví a repetir que lo sentía pero que si me nacía enviarlos yo continuaría haciéndolo. Ya en casa recibí otro mensaje en el que me pedías perdón si lo había interpretado mal y que tú nunca quisiste decir que yo dejara de enviarlos. Yo te respondía con la verdad de lo que pensé:
«Inicialmente entendí que tú no veías la necesidad de enviarlos y en base a eso te contesté que eres libre, no puedo ni quiero obligarte a ello si tú no ves la necesidad. En ningún momento sentí que me dijeses que no los enviase. Ya me has aclarado la razón, por mi todo claro.
Estoy bien, continuo asumiendo. Tus silencios dicen mucho más que tus palabras a quien los sabe leer.»
Este último párrafo hacía referencia al mensaje que dejaste sin respuesta en el que te preguntaba como estabas. Después de la última «reunión» nos despedimos de aquella forma e imaginaba que después de la cita con tu terapeuta estarías revuelta. Lo he comprendido, no soy yo la persona con la que compartir. No es bueno para mi y sobre todo ya no soy esa persona.
Una vez finalizada la cita que tenía con la pediatra, realicé unas compras y me puse con el resto de citas para ir organizando la vacunación «pospuesta» de las niñas. Te envíe un mensaje con la fecha y hora de la siguiente cita, me respondiste que estabas preocupada. Lo hablamos un poco y terminaste reconociendo que esto ya lo habíamos discutido y acordado ya, que cabían más discusiones al respecto.
Mi mañana se fue volviendo oscura y existía una razón para ello. Algo que no he reflejado hasta ahora en este diario pero que tú sabes ya que nosotros sí lo hemos hablado. Creo que hoy es el momento de revelarlo y que se puedan entender más cosas, como mis reacciones. Por otro lado también es necesario entender, como ya he señalado, que aquí nadie es malo.
Me he definido como una persona controladora de todo aquello que me importa. Me siento seguro si domino una situación y uno de mis «mantras» es «la información es poder» ya que si sabes es más fácil prever el próximo movimiento. Control, control y más control. Hoy se que no controlo absolutamente nada y que esa forma de proceder no es la correcta, además de que puede hacerme daño a mi y a los demás.
Lo reconozco, la he controlado. Siempre tuvo una gran dependencia de mi en los aspectos tecnológicos. Yo conocía todas sus cuentas y contraseñas. De esta forma podía acceder a sus correos electrónicos, redes sociales, historial de ubicación, chats de whatssap (si dejaba el móvil en algún lugar). Todo, absolutamente todo. Y es cierto, lo comprobaba, sobre todo desde que ese 7 de marzo no soltabas el móvil, tú que tampoco cariño le tenías y le tienes.
Vi en tus fotos vuestro selfie del reencuentro, el que le enviaste a su hermana. Ahí me saltaron las alarmas y el control pasó a ser absoluto. Ley tus whatssap, miraba donde ibas, …, todo. Así supe de tu segunda salida el 12 de marzo, dos días después de hablar y decidir apostar por lo nuestro, decidirlo los dos.
Ese mismo día 12 me lo contaste y yo te perdoné, aunque no había nada que perdonar. Tú no estabas segura de tus sentimientos, eso me dijiste, pero querías intentarlo. Hasta el día 1 de abril yo continué espiándote y al leer tus conversaciones con su hermana, con tus amigas,.. sabía que preguntarte, donde presionarte buscando una reacción hacia mi.
Mis preguntas de días atrás sobre si me querías a mi, sin tener en cuenta a las niñas, o el resto de cosas. Esas preguntas pudieron contigo y decidiste finalizar nuestra relación. Ahora sé que tú ya no sentías nada por mi desde antes de decidirnos a intentarlo, probablemente no te habías dado cuenta o simplemente no te atrevías a dar el paso.
Aun tomada esa decisión yo continúe observando y el día 3 de abril, el día de mi cumpleaños, te reencontraste con él. No lo habías visto ni hablado desde el día 12. Interpreté mal todo lo que vi y me asusté. Pensaba que no estabas bien mentalmente, hablé con tu hermana, con tu terapeuta y quedamos en comprobarlo, por la seguridad de las niñas, a las que te tenía que entregar el día siguiente.
Quedamos esa mañana y te lo conté, todo lo que sabía y lo que no. Los dos hablamos con tu terapeuta y todos llegamos a la misma conclusión. Estabas perfectamente bien y completamente coherente. Iniciaste tu primer turno con las niñas ese día y yo me marché de casa. Te pedí que cambiaras las contraseñas pero no entiendo como no se modificaron.
Me di cuenta al poco tiempo y volví a observar. Me hacía daño ver tu nueva vida. No expondré aquí lo que vi, pero me hacía daño, tanto daño que pensé en avisarte pero no fui capaz. Lo que hice fue desactivar el historial de ubicaciones. Pero lo reconozco, a la semana volví a activarlo. Hoy no he podido más o he terminado de ver que sólo me hacía daño. Te he pedido que cambies las contraseñas. Sé que es tu vida y no tengo ningún derecho a meterme. Te he pedido disculpas y tú me has dicho que sentías mucho todo esto.
Estoy triste pero hoy asumo más que nunca que no estoy en tu vida y que nada puedo hacer para cambiarlo, que es lo mejor para los dos aunque duela.
También se lo he dicho a mi hermana ya que la había engañado diciéndole que no volvía a mirar cuando si que lo hacía. «¿Por qué te torturas?» me ha dicho. Le he respondido que no se trata de tortura, simplemente me ayudaba a asumir lo evidente, también me dolía. Luego hemos ido profundizando, creo que nunca le podré agradecer lo suficiente todo esto a mi hermana, y llegué a estos pensamientos míos:
«La echo de menos pero comienzo a asumir de verdad que ella ya no está aquí y que yo nada puedo hacer.»
«Estoy triste, eso es cierto, pero es parte del proceso. Ella me ofreció venir mañana a primera hora para llevar a las niñas al cole y recogerlas el viernes ya que yo no podía por trabajo. Le dije que no, que prefería organizarme con mi familia, prefería hacerlo de esa forma para no verla, por mi bien,… creo que ese ha sido un gran paso.»
«Yo soy el que más perdido está, completamente desubicado, consciente de que esto es lo mejor y con cierto miedo a descubrir que puede que no la ame, que solo esté tan acostumbrado a ella que no sepa vivir si no está… Esto se me ha pasado por la cabeza ya que sería más fácil dejarla atrás, pero significaría que «mi vida» era una gran mentira, aunque puede que esa mentira sea la única verdad.»
Esta es mi historia que solo comienza y de la que no estoy orgulloso. Lo dos tenemos un largo camino. Nos unen dos maravillosas hijas y desde la igualdad, en todos los aspectos, tenemos que ser un súper equipo con, por y para ellas. Espero poder lograrlo aunque me costará algo de tiempo.
Esta tarde hemos terminado hablando por teléfono y lo hemos sido, te he pedido disculpas y tú a mi. Pero nuestro realidad es esta y nuestras vidas juntos se han separado. Tal vez llegue el momento en el que te pregunte un ¿Cómo estás? pero de los de verdad, desde el corazón y tú me puedas responder igual. Pero bueno eso no existe y puede que nunca lo haga.
Me voy a la cama. Buenas noches mis amores, aquí siempre has estado incluida tú mi vida.