03:30. Primer día en casa de mis padres. Ya he solicitado cita con una psicóloga, soy consciente de que no podré superar esto yo solo. Sin embargo algo ha ocurrido en mi cabeza en estas pocas horas de sueño. Lo entiendo, por fin lo entiendo…
Sólo he comenzado a rascar y tengo miedo de que esto sea fruto de un subidón, que lo único que busque mi mente sea parecerme a lo que durante tantos años me demandaste. Pero no, lo veo claro y lo entiendo.
Hemos hablado mucho durante estos días que intentábamos reflotar nuestra relación. Puede que más que durante los últimos años de estos 24 que hemos estado juntos. Ahora veo a que te referías cuando por las noches querías hablar de algo y yo te contestaba «¿de qué quieres hablar ahora?» pensando «por favor a esta hora ¿qué quieres?…».
Sólo necesitabas un ¿Cómo estás?, pero uno de verdad, uno en el que yo estuviese dispuesto a escucharte, a conocer tus sentimientos de ese día, tus alegrías, temores, anhelos e ilusiones y no sólo a limitarnos a los hechos del día (hacer la compra, esto o lo otro). Necesitabas un ¿Cómo te sientes?¿Qué sentimientos has experimentado hoy?… ¡Qué equivocado y ciego estaba!
No sé cuando o como ocurrió, tal vez tu ansiedad crónica, tal vez mi limitaciones emocionales de Troglodita,… Puede que una suma de todo. No es culpa de ninguno y lo es de los dos. La realidad es que te culpaba de mis propias limitaciones, te culpaba de no tener amigos, de no poder ser abierto, de tantas cosas que no eran responsabilidad tuya sino mía, por permitirlo, por callar, por aceptar. Creo que estas y otras razones hicieron que, con el paso de los años, no me permitiese demostrarte mi amor. Por eso no obtenías un te quiero o una muestra de cariño desde el corazón, nada, sólo frialdad.
Lo entiendo, que no pudieras más, que dijeses doy el paso, lo pierdo todo pero es que ¡NECESITO SENTIR!. Te lo di todo menos lo más importante, lo que tantas veces me reclamaste. Lo siento, he tardado tanto en darme cuenta.
Esta madrugada en la que, como estos días atrás, he vuelto a despertar con los ojos como platos pensando «otra noche de dolor, rabia y pena no, por favor no«, esta noche ha sido diferente. Durante las pocas horas de sueño muchas cosas han ido a su sitio y creo que lo que estaba roto, incluso antes de conocernos, ha comenzado a repararse.
Pasan las horas y tengo miedo de que esta luz que me ilumina sólo sea un espejismo para intentar ser aquello que tú necesitabas.
Ahora soy consciente, de verdad, de que esta es la mejor decisión que podías haber tomado, por ti, por mi y por nuestras hijas. ¡Qué ciego he estado!.
Me ilusiono, me ilusiono por que veo, lo que he podido evolucionar en estos pocos días. Me doy cuenta de que quiero sentir, aunque todavía no sepa como, veo que quiero crecer en esta faceta olvidada o incluso desconocida para mi. No sé como, sólo estoy rascando y no será un camino fácil. Ahora quiero conocerme a mi mismo. Tengo ilusión por ir a la psicóloga para que me ayude a lograrlo. Ilusión por ver quien soy y cuanto puedo dar.
Y vuelvo a entender cuando me decías «si sólo dieras un 10% aquí de lo que das fuera…». Es cierto, me impedía demostrarte nada aunque te amara profundamente. Todo eso que te negaba lo daba fuera, o tal vez huía de ti y de la realidad que teníamos. Lo peor de todo es que también veo que esto afectaba a mi relación con las niñas y creo que esa era la razón de que, aún estando, me perdiese tantas cosas.
De verdad sólo puedo darte las gracias. Todo este proceso, hasta llegar a su terrible desenlace, ha hecho «que vea la luz», que por fin entienda el porqué de tanta cosas. Sólo puedo darte las gracias, pedirte perdón y dejarte marchar, aunque me duela. Estoy seguro que ahora lograrás salir de tu pozo y que eso será bueno para ti pero mejor aún para nuestras hijas. Además has obrado el milagro y ahora yo quiero cambiar, espero que sea otro regalo para ellas.
Sonrío en la cama mientras razono todo esto, ahora soy yo el que quiere hablar contigo, contarte toda esta claridad que se agolpa en mi cabeza y no me permite dormir. Lo haré, te daré las gracias y te pediré perdón aunque ninguno sea culpable y en realidad lo seamos los dos.
Me alegro por ti, aunque me rompo al no tenerte, pero ahora puedo sentir. ¡Dios pero que ciego he estado! ¿Cómo no lo vi antes? ¿Cómo no te hice caso cuando me animaste a ir a terapia contigo?. No me puedo culpar por no verlo antes, por no entenderlo hasta ahora. Sin embargo me sorprende y decepciona no haberlo visto hasta esta madrugada.
Lo reconozco, me definiste a la perfección, SOY UN TROGLODITA EMOCIONAL, pero quiero y estoy dispuesto a evolucionar, a obrar el cambio en mí.
06:20. Duermo tranquilo y en paz después de estas noches de infierno. Estoy ilusionado, comienzo el camino.
08:30. Toca ir a trabajar, las niñas están contigo y yo las recogeré en la escuela, para llevarlas a «celebrar» mi cumpleaños con mi familia. En el trabajo hablé con compañeros de lo que ha ocurrido, algunos sabían que no estábamos bien pero que lo estábamos intentando, incluso le había dicho a alguno que pensaba que lo íbamos a lograr. Se lo dije pero ahora reconozco que tal vez esto sea lo mejor.
Salgo de trabajar y te envío un mensaje por whatssap «Me ha ocurrido algo «curioso» esta noche, si quieres y puedes, me gustaría hablar contigo, más que hablar es compartir».
Sé que tú eres quien mejor va a entender esta evolución que inicio. Este camino que tú transitaste hace ya mucho tiempo. Probablemente pienses «¡Ahora lo ves!». Lo siento, este ha sido mi momento y no fui capaz de alcanzarlo antes.
Tengo que contárselo a alguien y recurro a mi hermana, principal apoyo desde que no estás conmigo. Se lo relato contento e ilusionado, con miedo ya que creo que estoy en una nube. Me digo a mi mismo «es muy pronto para que estés así después de este golpe«. Ella me responde que está orgullosa de mi, ve el cambio real que estoy buscando y que ella está logrando desde hace tiempo. Orgullosa por lo rápido que me he dado cuenta y mi sincera intención de cambiar. Sabe que no será fácil pero está segura de que lo lograré. Me dice «2019 es un año de cambios y todos serán para bien«.
Voy a la escuela a buscar a las niñas y varias madres, que no saben nada, se sorprenden al ver que les cuento nuestra decisión, sin tapujos, pero a la vez les digo que estoy contento. ¡Pero es que es verdad, lo estoy!. Me duele no estar contigo pero lo veo con tanta claridad que me siento bien.
La tarde es genial con mi familia y nuestras maravillosas hijas. Todavía no puedo comer, no me entra nada y mi cuerpo se resiente pero cuanto he disfrutado, reído y bromeado esta tarde.
En casa te entrego a las niñas, mañana me corresponderá a mi estar con ellas en el «turno de sueño». Agarrándote de las manos te lo repito, cara a cara, «tengo tanto que contarte desde que tú quieras». Me encuentro bien e inicio este diario.